La mayoría de las personas entran en un ascensor varias veces a la semana, y un ascensor puede ser muchas cosas: lento, demasiado rápido, aburrido, incómodo… pero la mayoría tienen en común una cosa: el espejo. Así que vamos a explicar lo que quizás te has preguntado más de una vez, ¿para qué demonios hay un espejo en ese habitáculo tan pequeño?
Si lo primero que te viene a la mente son razones de seguridad, la respuesta corta es sí, pero no del todo. En realidad, desde que apareció el primer ascensor público en una tienda de Nueva York de 1857, la aparición de un espejo responde a un cúmulo de circunstancias, todas de sentido más bien práctico aunque pudiera parecer que tiene más que ver con la estética.
Vayamos con la primera razón que llevó a las compañías a colocar un cristal: la seguridad. Y es que a lo largo de la historia los espejos de los ascensores han jugado un gran papel a la hora de detectar el robo e incluso predecir un asalto. Aunque no está del todo claro, se cree que Japón introdujo por primera vez el espejo con el único objetivo de la accesibilidad.
Los ascensores con plataforma pueden hacer que los edificios sean accesibles para usuarios de sillas de ruedas donde las escaleras representan un obstáculo. Sin embargo, el tamaño del ascensor puede significar que no hay espacio para que el usuario de silla de ruedas pueda girar dentro de él. ¿Solución? La colocación de espejos ayuda a alguien en una silla de ruedas a retroceder o salir del ascensor de manera segura sin tener que girar. Además, puede prevenir accidentes y facilita la vida de cualquier persona con discapacidad física que use el edificio.
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